ESTATUA EN VOLANDAS
- Paco Murillo Font
- 7 mar 2018
- 1 Min. de lectura
Con cinismo y gran pasión
una estatua colocaron
en una plaza “Hugo Chávez”,
por órdenes del mandón
La población neo-espartana
muy pronto se sorprendió,
cuando en la avenida La Auyama
el esperpento se erigió
Nunca pidieron permiso
a nadie en la población,
para que en Porlamar
le dieran ubicación
Un escultor merideño
con poca preparación,
se tilda de autodidacta
y ser de la revolución
El tipejo jalador
de bronce la elaboró
tres metros y más de alto,
nunca dijo que costó
Mientras no hay alimentos
en todita la región,
si aparece mucho bronce
para honrar tal baldón
Rodeada de militares
toda la noche y el día,
han de cuidarla muy bien
y no sufra una caída
Tienen miedo por la gente
que rechaza este presente,
por no gustarle el regalo
se pongan irreverentes
Se quiere ir caminando
el eterno sin permiso,
pues no se siente seguro
tan alejado del piso
Mucho temor a caerse
si se descuida la guardia
y para llegar, no tiene
tiempo la policía
De sus amigos recuerda
el tropezón que se dieron,
cuando por burlar pueblos
contra ellos arremetieron
También memora “el gigante”
como fueron despedidos,
de altísimas peanas
sus contertulios queridos
No le falla la memoria
por un instante siquiera,
desearía tener tiempo
de dar su larga carrera,
bajarse de su tarima
con toda tranquilidad,
sin que lo descabecen
o partan por la mitad
Por ello tiene presente
a Gadaffi, e igualmente a Stalin,
como fueron derribados
también Hussein y Lenin
Muy asustado se siente,
a lo lejos suenan duro
muy fuerte las cacerolas
y no las calla maduro,
pues este siempre confunde
plátano con su apellido
y un bravo sonar de ollas,
con un pueblo confundido





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